Psicoanalista y Psicologa Malaga

 

AGOSTO, DOMICILIO HABITUAL

Me acuerdo de cuando era jovencita, diría yo que entre los 15 y los 22, que cada lunes los compañeros te preguntaban: "¿qué has hecho el fin de semana?, ¿saliste?". A mí esa pregunta me repateaba, como si la única opción de pasar el fin de semana fuese la juerga y pillarse una borrachera que te dejara inoperativo hasta media tarde del domingo. Además, si uno era de los que no salía, esa pregunta te hacía sentir diferente. Pareciera, que a esas edades uno no tiene la suficiente fortaleza para defender sus gustos. Uno a veces se compara con la mayoría y lo estropea todo.

Ahora, ya a otra edad, sucede algo parecido: "¿qué tal las vacaciones?, ¿adónde has ido?", como si fuese obligatorio salir de viaje en vacaciones. Y es que uno parece seguir siendo débil de carácter como antaño, y cada vez que le hacen la dichosa pregunta, tiene que inventarse una excusa para justificar que se ha quedado en su domicilio habitual: "es que este año ando justo de dinero", "como han subido las hipotecas…", "verás, mis suegros están enfermos…"

Partiendo de que para descansar basta con cambiar de actividad, en vacaciones se pueden hacer mucha cosas. Si encima durante todo el año uno hace cosas que le gustan, está a gusto y se lo pasó bien, tampoco en vacaciones es necesario que hacer un cambio radical, ni romper con todo, ni escaparse a ningún sitio. A estas alturas, ya todos sabemos que descansar no significa estar tirado, porque hasta de eso se cansa uno. Por eso, insisto, el verano da para mucha actividad.

Retomando el tema de los viajes, sucede que mucha gente utiliza los viajes para olvidar los problemas, para despejarse, para ver si los nuevos aires cambian las cosas. Pero resulta que los viajes difícilmente tienen poder curativo o de solución. Viajar como actividad de ocio, y no como terapia, para que luego no haya decepciones, esa es mi recomendación para estos días.

No quiero que parezca que es mejor quedarse en tu ciudad que salir fuera, lo que quiero transmitir es que hay que tener libertad para viajar, y que no sea una elección obligada porque sea lo que todo el mundo espera. Hay quien padece, bien porque no participa de los gustos de la mayoría, bien porque está sometido a la mayoría, y no se atreve con sus criterios. En cualquier caso, en verano, hay que seguir cuidándose porque el aparato psíquico no se va de vacaciones.

Se pueden tener muchas experiencias enriquecedoras sin necesidad de desplazarse a ningún sitio. Y a veces una transformación personal es el mejor viaje.

Buen viaje.