Psicoanalista y Psicologa Malaga

ACUSADA

Estoy cansada. Harta de la complejidad de las relaciones. Decepcionada por el funcionamiento de los humanos. Aunque no llego al punto de que se me encolericen los ojos.

Estoy acusada de cambiar de personalidad. Tal acusación me molesta hasta al punto de que a veces quiero aislarme para no oír más veces esa acusación. Estoy exagerando, lo sé, pero como alternativa a ese aislamiento voluntario, y para evitar caer en mi propio despotismo, me voy a dedicar a investigar. Me armaré de argumentos para defenderme y espero que así, el acusador lo tenga en consideración y se dé cuenta de que uno, no es sólo uno, sino muchos.

No he cometido ningún asesinato ante el que tenga que justificarme. Ningún asesinato ni ningún delito de ninguna clase. Se trata de mi madre. Dice que no soy igual en mi casa que con mis amigas. Estaría bueno que ahora mi madre fuese una amiga o que a mis amigas las tomara como una madre.

Sin más dilaciones, para mi tranquilidad y mi salud física y mental, paso a mi defensa teniendo en cuenta que son varias las razones que invitan a pensar que las personas cambian su forma de actuar según dónde, con quién y en qué momento interactúan.
Argumento 1. Somos diferentes con cada persona porque el interlocutor invita a un tipo de comportamiento.
Estoy quiere decir que si estoy con una persona muy liberal, eso me permite a mí actuar más suelta, menos inhibida. Por el contrario, si estoy con una persona muy censuradora, reprimida y con muchos tabúes, eso hará que yo me comporte muy limitada, coartada, hasta remilgada. Con esto justifico que mi variabilidad de carácter o comportamiento, no sólo depende de mí. Además, hacerme conocedora de este argumento, me ha abierto los ojos: tendré que aprender a elegir la compañía que quiero tener para poder comportarme como más me guste.
Argumento 2. Somos diferentes con el tiempo. Con los años se gana experiencia, conocimiento, cambian los gustos, en definitiva con el paso del tiempo uno crece.
Así que cuando mi madre me dice con cierto tonillo rencoroso y algo de reproche, que antes era distinta, parece que lo que quiere es que siempre sea aquella niña dócil y obediente de hace 15 años. Acabo de caer en la cuenta, pareciera que no me deja crecer.
Argumento 3. Somos diferentes en cada situación. No se requiere la misma inteligencia si estás en una reunión de trabajo que si estás con amigos. Tampoco se requiere el mismo afecto ante la pareja, que ante unos desconocidos.
Este tercer argumento me permite ser diferente en mi casa y en el trabajo. Menos mal. Y así, con este trabajo de defensa he conseguido tranquilidad y entiendo que estos cambios no son sólo para mí, sino para todos los mortales, incluido mi acusador.